El dilema de la mujer contemporánea: ¿qué tan libre puede ser?
El caso de Ballerina Farm, Hannah Neeleman.
He pensado en cómo iniciar este texto. Podría hablar de cuándo y cómo empecé a entenderme como mujer. Podría hablar de que probablemente mi cerebro está fundido porque he estado estudiando y trabajando sin parar. Podría hablar de cómo unos días en Ostende me permitieron reconectar conmigo misma. Podría hablar de cómo otros en Munich me han hecho sentir lo contrario. Podría hablar de cómo a pesar de estar cansada he querido escribir este texto, cuánto tiempo me he tomado en leerlo y releerlo hasta finalmente publicarlo hoy.
Solo me siento cómoda hablando de lo que conozco, pero compartir historias privadas de amigos y familiares no me es posible desde un punto de vista moral. Así que, para reconciliar mi deseo de hablar sobre este tema sin invadir la privacidad de otros, he decidido centrarme en figuras públicas, personas cuyas vidas han sido escrutadas y fragmentadas por la opinión pública hasta el punto de que sus historias parecen completas cuando solo conocemos una parte de ellas. Es un reto hablar a partir de fragmentos sin caer en riesgos de interpretación y deshumanización, pero quiero hacer el intento.
En esta primera entrega hablaré de Hannah Neeleman, más conocida en redes sociales como Ballerina Farm. Me centro en su historia porque ella es una mujer y figura pública que ha sido deshumanizada por algunos que, en su lucha por ciertos ideales y por la supuesta autonomía de ella, terminan ignorando su propia voz y experiencia; un riesgo que bajo ninguna circunstancia podemos tomar.
¿Quién es Ballerina Farm, por qué su historia es importante y por qué es tan controversial?
Ballerina Farm es el nombre de una granja en Utah, Estados Unidos, y también la identidad en redes sociales de Hannah Neeleman, una mujer de 34 años que creció en una familia mormona conservadora como uno de los nueve hijos. Hannah ha ganado notoriedad por compartir contenido sobre sus actividades en la granja, que incluyen cocina, agricultura, ejercicio y la crianza de sus ocho hijos.
La granja ha logrado popularidad gracias a la influencia de Hannah en las redes sociales. Además de su contenido, la granja ofrece productos variados, desde carne de res y cerdo hasta productos horneados como croissants, y artículos para el hogar como cuchillos, sartenes y utensilios de madera.
En sus propias palabras, Hannah se describe así: “Cada día comparto un vistazo de nuestra vida rural en la granja y en familia aquí en las montañas del norte de Utah. Desempeño muchos roles: madre, esposa, cocinera, empresaria, creadora de contenido, amante de Dios y de todo lo relacionado con la mantequilla.”1
La figura de Hannah Neeleman ha suscitado controversia, principalmente porque sus valores y elecciones de vida contrastan con los ideales progresistas actuales. Este conflicto se vuelve evidente cuando se examina su vida bajo la lupa de quienes rechazan los roles de género tradicionales. Por ejemplo, su participación en un certamen de belleza solo dos semanas después de dar a luz, y su decisión de dejar una carrera prometedora como bailarina en la prestigiosa escuela de Julliard por una vida familiar en el campo, han sido vistos por algunos como ejemplos de opresión patriarcal.
De hecho, la controversia también puede compararse con el debate reciente sobre Sofía Culpo, una modelo que fue criticada por vestirse, sus propias palabras, “de manera modesta y conservadora en su boda”, debido a su interpretación personal de ese ritual religioso. Las críticas hacia Culpo, hacia Hannah y hacia tantas mujeres en el ojo público reflejan una tensión en torno a la autonomía personal y los roles de género: ¿es legítimo cuestionar o criticar la elección de una mujer de adherirse a valores tradicionales si esas elecciones son parte de su identidad y creencias? En el caso de Sofia, por ejemplo, para mí el argumento de la sororidad se deshizo cuando vi miles de videos de otras mujeres atacándola verbalmente por sus palabras, por su interpretación del matrimonio y por ende culparla por los males del patriarcado.
Pero volvamos a Hannah, la protagonista de esta historia. A principios de 2024, Hannah fue objeto de un perfil en el New York Times titulado "Ella dio a luz hace dos semanas. Ahora está en un certamen de belleza". Este artículo no solo perfiló de manera respetuosa y equilibrada a Hannah, sino que exploró las reacciones mixtas a su decisión de competir en un certamen de belleza luego de dar a luz. Por un lado, algunos celebraron que mostrara un equilibrio entre la maternidad y el espetáculo, dos áreas que parecen yuxtapuestas. Por otro lado, críticos cuestionaron no solo su participación en este, sino que promovía estándares poco realistas para mujeres en posparto. En medio de esas posturas dicotómicas, quedó por fuera de la conversación que quizás, solo quizás, ama los concursos de belleza porque ha participado en ellos toda su vida y, gracias a su participación en estos, pudo pagar su carrera completa en la prestigiosa escuela de Juilliard.2
El desafío que enfrentan las discusiones alrededor de figuras como Hannah Neeleman es que, en el proceso de cuestionar y desafiar el patriarcado, a veces se corre el riesgo de deshumanizar a quienes representan valores considerados opuestos a los ideales progresistas. En el caso de Hannah, su vida y decisiones son a menudo reducidas a una narrativa que ignora la complejidad de su experiencia personal y su contexto.
El problema es que el cuestionamiento de las estructuras patriarcales y otras formas de opresión a veces lleva a deshumanizar a quienes se perciben como oprimidos, privándolos de voz y agencia y reduciendo sus vidas a una narrativa simplificada. Esto fue precisamente lo que ocurrió en otro perfil, esta vez publicado en el periódico británico The Times sobre la vida de Hannah Neeleman.
El artículo de The Times
Una periodista de The Times llamada Megan Agnew visitó las instalaciones de Ballerina Farm para hacer un perfil sobre su vida y su negocio. Como mencioné previamente, Hannah y su familia estaban acostumbradas a este tipo de visitas. Como alguien que sigue su perfil, me atrevo a decir incluso que las esperan y reciben con esmero, pues no cualquiera viaja a un área rural de Utah para escribir sobre tu vida.
El extenso perfil-entrevista se tituló, en español, Conozcan a la reina de las 'esposas tradicionales' (y a sus ocho hijos)3. Sin embargo, entre más avanzaba con la lectura del mismo, sospechaba que la periodista llegó con la historia escrita, o que por lo menos tenía un sesgo peligroso.
Lo primero es que la periodista Megan Agnew titula y denomina Hanna como "la reina de las trad wives", al que caracteriza —al igual que muchos expertos— como una reacción contra los fracasos percibidos de la tercera ola del feminismo y una necesidad de volver a roles más tradicionales. Sin embargo, creo que la periodista hizo esta categorización de Hannah en un afán de situarla dentro de un nicho. En el caso del mundo digital, ese nicho corresponde a mujeres que representan valores de mujeres o esposas tradicionales, donde, generalmente, ellas son las encargadas del hogar y sus esposos los proveedores.
Desde el marco del periodismo y del análisis, entiendo la importancia de un marco de referencia. Analizamos fenómenos desde el psicoanálisis, desde los estudios de género, desde el constructivismo, desde el cristianismo, entre otras perspectivas. El riesgo es que nuestro análisis sea determinista y no holístico, que no resalte las complejidades propias de nuestras circunstancias de vida. Bajo ese contexto, la historia de Hannah no es vista desde el elemento religioso, familiar y sociocultural en el que creció, sino desde un lente en el que se encuentra oprimida porque aparentemente no ha tenido la libertad de elegir.
Sin embargo, no hay que pasar mucho tiempo en su perfil de Instagram para darse cuenta que es una mujer que está interesada en su familia nuclear, en su familia extendida, en sus negocios familiares y, por supuesto, en su religión. Además de esto, ha construido un imperio exitoso de la mano de su esposo y del resto de su familia que, por ejemplo, tiene un exitoso negocio de floristería.
Con esto quiero decir que en la estructura tradicional que algunas creadoras de contenido presentan, donde ellas solo se dedican a la crianza de sus hijos y a las tareas domésticas, Hannah no encaja porque no solo es la imagen principal del negocio sino que también está a su nombre y participa activamente en él. ¿Qué la hace "trad wife"? ¿Dejar su carrera como bailarina porque quizá otra vida? ¿Críar a ocho hijos sin niñeras? ¿Ser mormona y querer tener todos los hijos que, a sus ojos, la deidad en la que cree le envía?
En fin, categorizar a Hannah como parte de este movimiento es arbitrario porque no fue ni ha sido parte de su ejercicio de marketing, sino que es como siempre ha sido, incluso antes de que se creara esta categorización. De hecho, cuando la entrevistadora pasa a la pregunta de si se identifica o no como una trad-wife, sucede la siguiente escena:
Neeleman es la ama de casa tradicional más conocida, a pesar de nunca haberse vinculado al movimiento o siquiera haber usado el término. ¿Qué piensa al respecto? "Ya estábamos juntos, haciendo lo que hacíamos", responde Daniel en su lugar. "Y luego apareció el término 'trad wife'. No podemos evitarlo. Esto es lo que somos. Si somos 'trad dad', 'trad wife', que así sea".
Neeleman, sin embargo, piensa de otra manera. "No necesariamente me identifico con eso", dice, "porque somos tradicionales en el sentido de que somos un hombre y una mujer, tenemos hijos, pero siento que estamos abriendo muchos caminos que no se habían recorrido antes". Ese es el mayor paradoja: al vender la vida de una madre que se queda en casa, Neeleman y las otras amas de casa tradicionales han creado empleos bien remunerados. Están siendo pagadas para representar una fantasía. "Así que para mí, tener la etiqueta de una mujer tradicional", continúa con cautela, "es como que no sé si me identifico con eso".
Otro punto problemático fue cuando la entrevistadora señaló que la mayor paradoja es que Hannah y las otras llamadas esposas tradicionales han creado empleos remunerados porque se benefician de la creación de contenido y de sus negocios, y así replican una fantasía que ellas mismas no viven. Esta idea me perturba por dos razones. Primero, ¿consumimos contenido aspirando a seguir los pasos de alguien? ¿A convertirnos en esa persona? Creo que somos muchos los que seguimos a Hannah y no aspiramos a tener ocho hijos, pero nos gusta ver lo que hace. ¿Acaso esto no podía ser posible?
En segundo lugar, me parece curioso que no se diga lo mismo de las mujeres que son categorizadas como "girl-boss", la imagen más pop de la tercera ora del feminismo, es decir, mujeres que han priorizado su carrera. ¿Haríamos esta pregunta a una creadora de contenido que sugiere no tener hijos o aplazarlos hasta que sea biológicamente posible, o a una que exclusivamente nos muestra el lado lindo de estar en el mundo corporativo?
A lo que quiero llegar con este punto es a lo siguiente: ¿tienen todas las creadoras de contenido que mostrar siempre cada ángulo de sus vidas, desde lo bueno hasta lo malo? ¿Es un deber moral? ¿No es evidente que cada decisión en nuestra vida tendrá pros y contras? ¿No es evidente que algo no es perfecto porque no mostremos el lado negativo? Y lo más importante, ¿se debe responsabilizar la decisión autónoma de una mujer como Hannah por los descontentos hacia la tercera ola del feminismo y el interés en los roles de género tradicionales?
Creo que esto es consecuencia de la hiperdigitalización de nuestras vidas, un tema del que espero hablar en otro momento: todo lo privado debe ser personal para ser auténtico, realista y con lo que otros puedan identificarse. Por eso encontramos tanto contenido de personas en momentos críticos como minutos después de un aborto, de una separación o incluso en un sepelio. Aunque las decisiones de qué exponer o no son extremadamente personales, ya hay un sesgo en las personas que pasan gran parte de su tiempo en línea -conocidas también como crónicamente online- que les hace entender que si no se muestra no existe o se oculta.
De vuelta al artículo, la periodista Agnes hace ver como si Hannah dijera en sus videos: renuncia a los sueños de tu juventud, múdate con tu esposo a una zona rural, ten todos los hijos que puedas y solo dedícate a eso. Y por supuesto, ese no es el caso. Como ella y su esposo lo dijeron de forma precisa en esa entrevista: "Nos esforzamos mucho por ser neutrales y ser nosotros mismos, pero la gente le pone una etiqueta a todo". Esta es simplemente nuestra vida normal".
El tercer punto que quiero abordar es que se observa que la periodista hace una diferencia cuestionable al hablar de los personajes centrales: Hannah, su esposo Daniel y sus ocho hijos. La autora habla de Hannah usando su apellido, y de su esposo con su nombre solamente. Esto es una poderosa decisión editorial donde una voz tiene más peso que la otra. Creo que lo hace porque siente que Hannah no tiene agencia y que todas sus decisiones son tomadas por Daniel, especialmente porque los dos participan activamente en la entrevista porque ambos son propietarios de la empresa y desde su cosmovisión religiosa, son una persona.
Por ejemplo, el lenguaje con el que se habla acerca de él abre puertas a malos entendidos. En una escena que describe cómo se conocieron, la entrevistadora narra: "Él tenía 23 años y ella era casi dos años menor que él cuando fueron presentados por un amigo en común en un partido de baloncesto universitario". Parece un tema inocente, ¿pero por qué la decisión de decir dos años menor y no 21, que, para referencia de todos, es la edad legal de mayoría de edad en Estados Unidos? ¿Acaso hablar de Hannah como menor, aunque la brecha no sea grande, le da un toque de inocencia y de ingenuidad, de incapacidad de saber en qué se metía?
Daniel, el esposo de Hannah, también proviene de una familia mormona, pero a diferencia de ella, una adinerada de Conecticut. Es decir, es un hombre que creció en medio de los suburbios y conociendo los negocios familiares. La entrevistadora narra con detalle cómo Daniel la cortejeó, hasta el punto de hacerlo parecer un poco obsesionado con ella y con prisa de no solo ser su novio sino su esposo. Cuando explica cómo él terminó de sorpresa en el mismo vuelo que ella, gracias a que su familia es dueña de esa aerolínea y pudo arreglar las cosas, no se pensó en que para Hannah fue tan especial que decidió ser su novia y meses después su esposa. Se dictaminó inmediatamente que fue un acosador que la acorraló y forzó a casarse con él.
Pero lo más grave de todo, es que la autora sugiere de forma implícita y explícita que las decisiones de Hannah han sido influenciadas, principalmente, por su esposo Daniel. Esta escena lo ilustra a la perfección:
"En ese entonces, pensé que deberíamos salir durante un año [antes de casarnos]", continúa ella. "Así podría terminar la escuela y lo que fuera. Y Daniel dijo: ‘No va a funcionar, tenemos que casarnos ahora’." Después de un mes, estaban comprometidos. Dos meses después, se casaron y se mudaron a un apartamento que Daniel alquiló en el Upper West Side. Y tres meses después, ella estaba embarazada, la primera estudiante de licenciatura de Juilliard en estar esperando un bebé “en la historia moderna”.
Daniel consiguió un trabajo como director de la empresa de seguridad de su padre, y mudó a su joven familia a Río de Janeiro, Brasil, donde, en poco tiempo, ella tenía tres hijos menores de cuatro años. Al principio, ella todavía estaba bailando profesionalmente. La familia finalmente se estableció en Utah.
“Nuestros primeros años de matrimonio fueron realmente difíciles, sacrificamos mucho”, dice ella. “Pero teníamos esta visión, este sueño y—”. Daniel la interrumpe: “Todavía lo tenemos”. ¿Qué tipo de sacrificios?, le pregunto. “Bueno, dejé la danza, lo cual fue difícil. Renuncias a una parte de ti misma. Y Daniel renunció a sus ambiciones profesionales.”
Miro hacia la inmensidad y no estoy totalmente de acuerdo. Daniel quería vivir en los grandes territorios salvajes del oeste, así que lo hicieron; quería cultivar, así que lo hacen; le gustan las citas nocturnas una vez a la semana, así que salen (tienen una niñera esas noches); no quería niñeras en la casa, así que no las hay. El único espacio destinado a ser propio de Neeleman —un pequeño granero que ella quería convertir en un estudio de ballet— terminó convirtiéndose en el salón de clases de los niños.
Entendería el cuestionamiento a la cosmovisión religiosa que Hannah y Daniel practican, tal como he cuestionado bajo la cual fui criada, el catolicismo apostólico romano. Uno de los periodistas y creadores de contenido que más respeto, Johnny Harris, ha hablado de por qué dejó el mormonismo y ha hecho varios análisis articulados desde su experiencia personal e investigativa. Recomiendo ver este video donde Harris expone por qué dejó el mormonismo.
Dicho eso, determinar si las decisiones que ellos y nosotros tomamos están basadas en influencia propia o externa, midiendo porcentajes, es una batalla perdida. No hay forma de saberlo con precisión. Desde un punto de vista personal, entiendo el cuestionamiento a los aparatos y sistemas que, a nuestros ojos, perpetuan lo más delicado del patriarcado y de otras formas de opresión. La religión es uno de esos, sin duda alguna. Pero también lo es el mundo laboral, la familia y otros espacios. Entonces, ¿bajo qué critero podemos determinar que las decisiones de Hannah no son propias en lo absoluto?
La última línea es la más deshumanizante y creo que es donde la autora deja ver lo más delicado del artículo: sus juicios de valor, sus proyecciones personales. "Miro hacia la inmensidad y no estoy totalmente de acuerdo". Me pregunto si la autora narraba esa parte desde su experiencia, desde lo que ella habría hecho. ¿Y si los sueños de Hannah cambiaron, como nos pasa a muchos? ¿Y si los sueños se volvieron otros? Aunque Hannah le dijo que ambos sacrificaron cosas que querían, y que seguramente les hubiera dado más estabilidad, reconocimiento y poder, ella siente que Hannah sacrificó más que él… Y puede que haya sido así, porque en nuestras relaciones interpersonales el sacrificio nunca será 50/50. Quizás ha sido mayor por un tiempo en el lado de uno o por otro momento del lado de otro.
Hubo partes de la entrevista donde parecía ser que la entrevistadora estaba molesta con la presencia del esposo de Hannah, Daniel. Hasta contarle del funcionamiento del negocio familiar parecía ser una forma de mansplaining4. Naturalmente, Daniel explica el funcionamiento de las plantas porque está más involucrado en esa parte del negocio, mientras que Hannah está más involucrada en otras como el marketing.
Finalmente, cuando leemos el texto, nos quedamos con la sensación de que la periodista está fastidiada, o más bien su forma de narrar lo confirma, porque Hannah tiene a su bebé de meses consigo y porque los hijos de Hannah hacen ruido en el fondo de la conversación, diciendo: “Ella toma al bebé de los brazos de su esposo. No se separará del pecho de Neeleman durante las cuatro horas que estaremos juntos.” Me pregunto qué hay de malo en que ella desee, quiera o elija tener a su bebé de pocos meses consigo, algo que hace evidente en su contenido.
Ojalá el artículo le hubiera dado voz a Hannah porque todos sus comentarios son yuxtapuestos con el escepticismo y la crítica de la autora. El diálogo está completamente filtrado por las ideas de Agnes con un lente de crítica y duda que, como hemos visto en las reacciones, hacen que Hannah sea vista como una víctima, oprimida e ingenua.
Ojalá el artículo hubiera explorado las motivaciones de Hannah. Nos quedamos solo con la referencia de sus ideas religiosas y valores personales, pero en ningún momento se explora por qué ella ha decidido ese estilo de vida. En cambio, se presenta una imagen de ella en la que sus motivaciones son inferidas bajo el lente de la religión y de los roles tradicionales de género, lo que hace que se asuma que ella solo se conforma y no decide activamente lo que quiera.
Ojalá el artículo hubiera retratado de manera más balanceada la relación, si acaso ese era el propósito. Daniel es presentado como la autoridad absoluta, lo que desestima la idea que la pareja presenta de que su matrimonio es una sociedad. Aunque la idea de que en un matrimonio se da y se recibe el mismo 50% por persona no es realista, es importante entender cómo y por qué las parejas toman esas decisiones. La presentación de Daniel como una figura dominante y opresora niega absolutamente cualquier papel que Hannah juega en moldear la familia y el negocio que juntos han construido.
Ojalá futuros artículos sobre cualquier mujer exploren la complejidad de construcción de identidad, que es determinada por cómo crecemos, cómo nos crían y cómo nos críamos, cómo nos deconstruimos o redefinimos. No somos la persona que fuimos a las 8, a los 15, a los 21, a los 30, a los 34…
Las consecuencias del artículo
Ha sido tanto el revuelo que causó este artículo, que las redes sociales se inundaron de críticas, o más bien acusaciones, a Hannah y a su esposo. Me he tomado el trabajo de investigar y evaluar varios análisis escritos y en videos de corto y de largo aliento para evaluar las posiciones, y realmente fueron escasos los que hicieron la lectura crítica del artículo.
Fue tanta la presión y el acoso en sus redes sociales que por primera vez respondieron a las críticas. Primero, con un video publicado en las redes sociales de Hannah y luego, con una actualización de la sección sobre nosotros de su página web Ballerina Farm, donde aclaran quiénes son, cuáles eran sus vidas antes y por qué sus valores les hicieron seguir este estilo de vida.
A raíz de ello, la periodista Megan Agnew escribió otro artículo aclarando lo escrito, titulado Mi día con la reina de las esposas tradicionales y lo que me enseñó. Sobre su viaje a Utah para entrevistar a Hannah, Agnew sostiene: "Antes de irme a entrevistarla, la pregunta principal que me hacían amigos, familiares y colegas era si todo era cierto". Lo curioso es que ese nunca fue el enfoque de la entrevista, de hecho, el primer artículo nunca respondió a esa pregunta.
Esto me hizo confirmar un sesgo mío: quizás no fue que la entrevistadora llegó con la historia escrita, como su pobre interpretación me hizo entrever, sino que fue incapaz de pensar la vida de la protagonista de su historia fuera de sus propios paradigmas y prejuicios. Esto es un riesgo que todos podemos correr, porque es propio de nuestra naturaleza humana, particularmente si somos sensibles y ensimismados, pero es precisamente por ello que debemos estar alerta.
Lo más importante de este nuevo artículo, es que Agnes reconoce que Hannah decidió ser madre porque esa fue su opción. También reconoce que no tenía sentido su enojo de no haber tenido mucho tiempo para hablar exclusivamente con Hannah porque ni siquiera lo había sido solicitado. Todos esos detalles que se dejan por fuera pueden cambiar una historia, una narrativa, de forma significativa.
Adicionalmente, fragmentos grabados de la conversación fueron publicados en el podcast The Story, propiedad del periódico The Times, en el episodio titulado Esposas tradicionales: Las influyentes que venden la vida de ama de casa de los años 505. Esto fue interesante, en tanto se evidencia que la entrevistadora deliberadamente dejó por fuera ciertos detalles que cambiaron por completo el rumbo de la entrevista.
Por ejemplo, cuando menciona que Hannah dice que dejar su carrera fue un sacrificio, como lo fue para su esposo, pero no escribe que ella continúa la oración diciendo que no lo cambiaría por nada del mundo. También cuando sugiere que Hannah dice en voz muy baja, para que su esposo no escuche, que disfrutó usar la epidural una vez, pero no detalla que él está tomando una llamada cerca de ellas y por ende habían bajado el tono de voz durante toda esa parte de la conversación.
En fin, podría pasar horas escribiendo sobre esto. Podríamos hablar de cómo hasta chistes internos de una pareja pueden ser percibidos como maltrato (por ejemplo, el Internet odia a Daniel porque le dio a Hannah un delantal para recoger huevos en vez de un viaje a Grecia, que ella añoraba). Podría hablar de cómo estamos acostumbrados a ver de forma excesiva exhibición de riqueza, que cuando algunas personas adineradas deciden vivir de forma más austera son acusadas de pretender ser pobres (Por ejemplo, Hannah y su familia han sido acusados de esto por viajar en clase económica por el mundo, a pesar de ser herederos de JetBlue y otras aerolíneas).
Podrías hablar de cómo nuestras percepciones y sesgos cognitivos juegan con nosotros, cómo la rapidez de la digitalización hace que consumamos más cosas y tengamos mayor dificultad de ser críticos, y cómo creemos que lo que vemos en segundos, si acaso minutos, puede brindarnos el panorama completo de personas completamente desconocidas.
Lo que sí puedo decir es que el deber de informar y la pasión por contar historias no deben llevarnos, bajo ninguna circunstancia, a deshumanizar a un ser humano. En esa misma línea, el oficio periodístico lleva consigo una gran responsabilidad -especialmente considerando nuestra era, donde el respeto y la confianza a referentes se han perdido.
La invitación para nosotros como usuarios, lectores, consumidores, como nos querramos denominar, es que pongamos en práctica siempre la lectura crítica. Insisto en que la crítica no se trata de cuestionar las cosas de acuerdo a nuestras perspectivas, o al menos no solo a partir de eso, sino a escribir y leer con cuidado —entre líneas— todo lo que leemos, miremos las interpretaciones y los juicios de valor.
Por último, las mujeres deben poder ser libres sin importar cómo definan ellas su libertad. Por mucho tiempo, la bandera del feminismo ha sido precisamente la libertad de elección, la posibilidad de elegir: la libertad de tener una carrera, ser madres, casarse o no, la libertad de hacer varias cosas o ninguna de esas. Mujeres que quieren tener solo gatos y perros, mujeres que quieren ser madres, mujeres que quieren un poco de ambos mundos. Somos humanos, somos complejos, por eso mismo no podemos limitar la libertad; así no funciona.
Un abrazo,
Emy
*
Acabo de caer en cuenta que quise escribir este artículo desde inicios del verano, que justo mañana termina. He escrito trazos en Aachen, Colonia, Fráncfort del Meno, Ostende y Munich. Quizás lo he publicado en el momento correcto.
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En los oídos mientras escribía:
https://ballerinafarm.com/pages/about-us [traducción mía].
Para ser más específicos, pagó sus estudios compitiendo en “concursos de becas”, concursos de belleza que ofrecen becas académicas o, a veces, dinero para la matrícula a las ganadoras.
Traducción del título hecha por mí.
Según el diccionario de Oxford, la palabra mansplain es un término informal que significa (dicho de un hombre) ‘explicar (algo) a alguien, normalmente una mujer, de forma condescendiente’.
Traducción del título hecha por mí.
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